La vitamina D es mucho más que una simple vitamina. Se trata de un elemento nutritivo fundamental para numerosas funciones de nuestro organismo. Así, la falta de este micronutriente puede ser perjudicial para la salud cardiovascular.
Durante la pandemia del Covid-19 se ha puesto de manifiesto la gran deficiencia de vitamina D que existe entre la población. Numerosos estudios, como el realizado por la Universidad de Cantabria en España comprobó una falta de esta vitamina en el 80% de pacientes hospitalizados por Covid-19.
En este sentido, diferentes ensayos clínicos y trabajos científicos han constatado la importancia de la vitamina D frente al Covid-19. Incluso, algunos fármacos elaborados a base de vitamina D han ofrecido excelentes resultados en pacientes hospitalizados por Coronavirus.
Pero es mucho más que un micronutriente eficaz en la lucha contra el Covid-19. La deficiencia de vitamina D es una de las principales causas de osteoporosis prematura entre la población; une enfermedad que se caracteriza por la fragilidad y debilidad de los huesos. En los niños, la carencia de esta vitamina también provoca la aparición de una enfermedad ósea llamada raquitismo.
Pero además, algunos estudios también han comprobado que el déficit de vitamina D incrementa el riesgo de tener problemas de corazón, afecciones cardiovasculares, infarto o presión arterial. Por todos estos motivos es fundamental contar con buenos niveles de este micronutriente en el organismo.
La relación de la vitamina D en el corazón
Una de las funciones más importantes de la vitamina D en el organismo es favorecer la absorción del calcio por parte del aparato digestivo. Así, la falta de este micronutriente implica alteraciones peligrosas en la contracción muscular.
Teniendo en cuenta el corazón se contrae entre 60 y 65 veces por minuto, la deficiencia de vitamina D puede ser perjudicial. Es decir, la falta de este micronutriente provoca una carencia de calcio y derivadamente una alteración en la contracción muscular. En casos graves, podría generar una parada cardíaca.
Además, este micronutriente guarda destacadas características inflamatorias, algo que también influye directamente en la salud del corazón. Concretamente, se corre el riesgo de desarrollar una enfermedad denominada arterioesclerosis, que daña directamente las arterias.
Estas son las implicaciones más reseñables de la vitamina D en la salud del corazón. Por lo tanto, contar con niveles adecuados de este micronutriente en el organismo, no solo supondrá un refuerzo para el sistema inmunológico en la pandemia del Covid-19 y mejorará la salud de los huesos; si no que también repercutirá positivamente en el corazón.
Niveles óptimos de vitamina D
Para contar con niveles óptimos de vitamina D es necesario dos cosas. Por un lado, recibir los rayos ultravioletas del sol con cierta regularidad y por otro consumir alimentos que alberguen este micronutriente entre su composición.
Épocas del año como primavera o verano son idóneas para incrementar los niveles de esta vitamina. La piel en exposición a los rayos del sol tiene la capacidad de producir vitamina D por sí sola, fundamental para diferentes funciones del organismo.
Si bien, es recomendable tomar el sol entre 15 y 30 minutos diarios para aumentar los valores de este micronutriente. Con exponer a los rayos ultravioletas partes del cuerpo concretas como brazos, piernas y cara será suficiente.
En este sentido, el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos establece una guía con la dosis diaria suficiente de vitamina D que necesita el organismo, en función de aspectos determinantes como la edad y sexo:
Etapa de la vida | Cantidad recomendada |
---|---|
Bebés hasta los 12 meses de edad | 10 mcg (400 UI) |
Niños de 1 a 13 años de edad | 15 mcg (600 UI) |
Adolescentes de 14 a 18 años de edad | 15 mcg (600 UI) |
Adultos de 19 a 70 años de edad | 15 mcg (600 UI) |
Adultos mayores de 71 años de edad | 20 mcg (800 UI) |
Mujeres embarazadas y en período de lactancia | 15 mcg (600 UI) |
Otra forma inmejorable de aumentar los niveles de vitamina D es mediante la alimentación. Aunque no existe una gran variedad de alimentos ricos en este micronutriente, podemos incorporarlo a través del consumo de pescados azules, hongos, champiñones, productos lácteos, aguacates o yemas de huevo.